deshumidifcador

El valor límite de humedad relativa que se puede dar dentro de un espacio interior se sitúa entre el 40% y el 60%. A partir de ahí se aumenta notablemente el riesgo de aparición de microorganismos y por tanto de contraer enfermedades, de ahí la importancia del uso del deshumidificador.

Este riesgo se acentúa también cuando el exceso de humedad se condensa en las superficies frías como pueden ser paredes o cristales, donde pueden aparecer mohos y otras bacterias perjudiciales para nuestra salud. También hay que tener en cuenta que el cuerpo humano produce calor y desprende vapor de agua. Ambos son absorbidos por el ambiente, el calor por convección y el vapor a través de la transpiración. Este proceso puede ser facilitado o interferido por la cantidad de agua existente en el aire, y por ello tendremos una sensación de bienestar y confort, o la ausencia del mismo. Esta sensación varía también según sea la actividad del cuerpo, en función de que esté en reposo o trabajando. Otro factor que influye notablemente en el confort interior es el movimiento y la velocidad del aire. Un aire en reposo o bien circulando a una cierta velocidad hace variar la sensación de bienestar.

 

¿Cómo funciona un deshumidificador?

Un sistema bastante eficaz para eliminar el exceso de  humedad del interior de una vivienda es el uso del deshumidificador. Con este sistema se consigue regular los valores de la humedad para que no excedan del 60 %, valor a partir del cual la humedad relativa deja de ser ser admisible en el interior de una vivienda. Lo mismo que un ventilador contribuye a la renovación del aire interior o un radiador a calentar lo en invierno, un deshumidificador es capaz de absorber el exceso de humedad, condensando el agua que se recoge en una cubeta, o bien evacuándola a través de un drenaje conectado a la red de saneamiento. Están equipados con detectores de la humedad del ambiente de manera que pueden detenerse o arrancar a partir de unos límites prefijados.

 

La ventilación como sistema para depurar el aire interior

Sin duda el procedimiento más fácil para extraer el exceso de humedad y también para controlar toda la contaminación que se genera en los locales habitados es la ventilación, bien sea híbrida o mecánica. Con ella se extrae todo ese aire contaminado y se sustituye por otro procedente del exterior más limpio y seco. Para garantizar que este proceso se realiza de forma continua y con unos caudales prefijados es necesario emplear un sistema de ventilación mecánica. A través de éste, se extrae el aire de las estancias húmedas como cocinas, baños y aseos. Y se impulsa aire nuevo dentro de las zonas más secas como el salón, los dormitorios o el comedor.

A la hora de diseñar una instalación de ventilación, es necesario calcular previamente el caudal de aire que es necesario reponer: se suele calcular en base al número de personas (8 l/sg) o bien según la superficie de las distintas estancias (por ejemplo 2 l/m2). Este cálculo depende de las estancias. Por ejemplo, un dormitorio depende del número de personas (si es doble o individual), la cocina depende de los m2, y los baños y aseos tienen valores fijos de caudal de extracción. En el caso de los locales desocupados, el sistema de ventilación puede conectarse a detectores de humedad que se ponen en funcionamiento solamente cuando es necesario en base a unos valores de humedad y contaminación prefijados.

 

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