Pobreza energética

La crisis económica expuso la relevancia de un concepto que, años atrás, era desconocido. El de la pobreza energética. Un problema que hace daño en gran parte del mundo, excepto en las zonas de climas moderados, si bien cualquier persona en el mundo podría notar sus efectos. En Europa, la pobreza energética es una realidad y en España también, sobre todo en los meses más fríos del año. Sin embargo, ¿qué significa este problema?

La experta en energía Brenda Boardman, quien es considerada como la madre de la pobreza energética como concepto, la define como la «incapacidad para un hogar de obtener una cantidad adecuada de servicios de la energía por el 10% de la renta disponible». Para explicar esto, podríamos poner un ejemplo sencillo. Si una pareja vive con 1.200 euros netos mensuales y gasta más de 120 en energía, ya se considerarían pobres energéticamente.

El concepto acuñado por Boardman va un poco más allá, si bien tiene como referencia el Reino Unido. Según ella, la pobreza energética es real cuando la temperatura de la vivienda apropiada se establece en 21ºC en la sala de estar principal y en 18 ºC en el resto de habitaciones de la vivienda. Y si para mantener dichos valores se necesita más del 10% de los ingresos mensuales de la familia, entrarían dentro de la categoría de pobres energéticamente.

La pobreza energética siempre se tiene en cuenta de cara a cómo climatizar el hogar, y ante todo mantenerlo cálido en invierno. Pero eso no significa que el coste que se tenga en cuenta sea únicamente ese, sino todos los relacionados con la energía: electricidad, gas, agua y otros. Lo que se gasta para ver la tele, cargar nuestros móviles o encender la luz también se cuenta en el cálculo de la energía para saber si somos pobres energéticamente o no.

Igualmente, hablamos de la pobreza energética siempre en relación al invierno, más que nada porque la falta de calor en los meses más fríos no solo reduce el confort, sino que pone en riesgo la salud. Pero también la hemos de tener en cuenta en lugares extremadamente cálidos, donde podemos ser pobres energéticamente para poder combatir el calor.

De la misma forma, un hogar se considera que sufre de pobreza energética si en algún momento del año supera ese umbral del 10% de gasto de los ingresos familiares, por ejemplo en los meses más fríos. Aunque solo se pase de esta barrera unos pocos meses al año, al hogar se le considera dentro de esta categoría.

Las consecuencias de este mal son muchas para las familias afectadas, entre las que se encuentran problemas como los siguientes:

  • Existe una pérdida de confort al no poder afrontar un gasto importante en energía.
  • Es posible desarrollar problemas de salud debido a una insuficiencia energética, como puede ocurrir por mantener los hogares en una temperatura demasiado baja en invierno.
  • En verano pueden desarrollarse patologías relacionadas con un exceso de calor, que pueden ir desde mareos hasta problemas con la piel.
  • Las casas que son pobres energéticamente suelen fomentar problemas de humedad o de aire viciado.

Sin embargo, la pobreza energética no está relacionada únicamente con la crisis económica y el aumento del precio de los suministros junto a un empobrecimiento de la sociedad. Si bien los agentes sociales se han centrado en este aspecto inmediato por su importancia, la pobreza energética nace de diversas deficiencias en la construcción de los edificios, una mala ventilación y por haberse edificado buscando un ahorro económico y nunca pensando en la eficiencia de los hogares. Pero, antes de entrar en ello, ¿cuáles son las dos causas principales de la pobreza energética?

 

Pobreza energética debido al desempleo y el aumento de los suministros

 

Pobreza energética

El 7 de octubre del pasado año, el Gobierno puso en marcha las nuevas normas para acceder al bono social eléctrico, una medida diseñada para afrontar la pobreza energética. Aún a día de hoy se considera que este mal afecta a un 10% de la población española. Así lo reconocía el Ejecutivo, quien avisó al implantar la ayuda que unos 4,5 millones de personas sufren esta lacra en nuestro país.

En la mayoría de estos casos, la pobreza energética es una consecuencia de la crisis económica. Por un lado, la electricidad ha llegado a máximos históricos, incluso en este mes de septiembre, donde ha tocado techo con la factura de la luz más cara de la última década. Según el presidente de la Fundación Renovables, Fernando Ferrando, podríamos entrar en 2019 con un coste base en la electricidad del doble al que estaba en 2009. «La tarifa está pensada para maximizar la cuenta de resultados de quien ofrece la electricidad, es decir, de las empresas eléctricas, pero no como un servicio público», comenta el experto en energía, para apuntar que la solución pasaría por apostar por las fuentes ecológicas.

Si juntamos dicho factor del coste en suministros al del desempleo, tenemos una de las causas más preocupantes de la pobreza energética. Muchas familias han visto cómo no podían afrontar el pago de la luz, el gas o el agua hasta tal punto que se han visto en graves situaciones de indefensión.

Como conclusión, hemos de tener en cuenta que no podemos depender de los precios de la energía en el mercado. Es posible que los precios sigan encareciéndose, por lo que necesitamos que nuestros hogares sean mucho más eficientes para no depender de los suministradores energéticos.

 

Pobreza energética debido al mal estado de los hogares

 

Pobreza energética

Si bien los medios de comunicación se han centrado en el aumento del precio de los suministros junto al desempleo o los menguantes ingresos familiares de muchas familias españolas, el concepto de pobreza energética se creó desde otro punto de vista.

Precisamente, Brenda Boardman afirma que, al acuñar el término, expuso que «la primera causa [de la pobreza energética] es que la casa es ineficiente desde el punto de vista energético porque no ha recibido las inversiones necesarias». Esto ocurre, según ella, en el gran número de casas que son ineficientes energéticamente y que dependen de un gasto desmesurado en climatización.

«Normalmente se consigue el certificado energético más bajo posible en relación con el nivel de renta de la persona que allí vive y, por lo tanto, esta persona ha de pagar muy caro tanto el agua caliente, como el calor y la luz», explica Boardman, quien considera imprescindible concienciar a la población -mediante campañas informativas y también con la aplicación de normativas- de la necesidad de apostar por la eficiencia energética. En demasiados casos, los edificios que se construyeron en España primaban el ahorro en costes y nunca que fueran eficientes.

La creadora del término va más allá y comenta que «no habría pobreza energética si las casas fueran súper eficientes, con certificados de tipo A o B», y que incluso las personas más pobres y en situación de indefensión dejarían de ser pobres energéticamente, aún sin ingresos, ya que las casas no necesitarían prácticamente inversión en energía.

En España, el problema de la pobreza energética es relativamente reciente, motivo por el que hasta hace muy poco no se combatía. Para ello, no basta únicamente con ofrecer subvenciones o ayudas a aquellos que estén en indefensión, sino facilitar las rehabilitaciones energéticas y también la popularización de los hogares sostenibles. La Comisión Europa, no obstante, ha forzado normativamente a España en ello. Y a partir de 2020 en todo el país será necesario que se construyan únicamente Edificios de Consumo Casi Nulo.

 

Combatir la pobreza energética en España

 

Antes de nada, hemos de tener en cuenta que el problema de la pobreza energética puede llegar a extenderse con la subida del precio en los suministros. Es por ello que en un futuro próximo podríamos encontrarnos que muchas casas estén en situación energéticamente pobre, pese a estar ocupadas por familias con ingresos suficientes.

El precio de la electricidad y otros gastos, desgraciadamente, va a seguir subiendo, según anuncian muchos expertos. En el mejor de los escenarios, se estancarían en un valor que ya sería bastante alto. De esta forma, la única manera de combatir la pobreza energética es adaptar nuestros hogares.

Pese a que suponga un coste, es importante tener en cuenta que la inversión en eficiencia energética acaba beneficiándonos a medio plazo, gracias al menor gasto en suministros. Además, mejora nuestras condiciones de vida al contribuir al medio ambiente y la sostenibilidad.

Como explica Brenda Boardman, «basta con invertir en casas que sean eficientes porque, si la casa es eficiente, la gente tiene un calor barato, no se pone enferma, no se endeuda, es más productiva, los niños pueden ir al colegio y…, en fin, todo va mejor».

Los más afectados debido al desempleo y la precariedad no tienen grandes posibilidades en invertir en eficiencia energética, por lo que deberían ser los gobiernos los que deberían poner en marcha una serie de mejoras en las casas afectadas y, también, revisar los certificados energéticos.

Entre las mejoras que un hogar puede recibir para mejorar en eficiencia energética, se encuentran la estanqueidad del edificio y también cubiertas y fachadas ventiladas. Una de las reformas clave es al instalar un sistema de ventilación mecánico. Gracias a ello, podemos hacer frente a la pobreza energética al bajar la temperatura en verano y mantener el calor en invierno sin gastar en climatización.