edificios sostenibles

El denominado Síndrome del Edificio Enfermo (SEE), son una serie de síntomas que aparecen en determinadas personas tras permanecer durante varias horas en un espacio cerrado. Suelen consistir en irritación en los ojos, nariz o garganta, dolor de cabeza, erupciones cutáneas y problemas respiratorios. Se considera que un edificio está «enfermo» cuando este síndrome llega a afectar a un 20% de sus ocupantes. Frente a la construcción de este tipo de edificaciones que pueden generar problemas para la salud, han surgido recientemente los conceptos de edificios verdes y de edificios sostenibles.

El edificio verde se define como una construcción que utiliza materiales naturales y rechaza el uso de sustancias tóxicas en la fabricación de los materiales constructivos, tanto si son nocivos para el medio ambiente como si lo son para la salud. En un edificio verde se reduce notablemente el consumo energético respecto de otro que no lo es. Los edificios sostenibles por su parte, están dotados de un diseño que permite optimizar los recursos naturales y los sistemas constructivos para minimizar su impacto ambiental. Son edificios que se construyen con materiales fabricados con criterios de eficiencia energética. Al entrar en funcionamiento, su consumo energético para calefacción, refrigeración, iluminación y otros recursos es muy reducido, ya que se cubre la demanda con energías renovables.

El beneficio que supone la construcción de edificios verdes va más allá del proceso de edificación. Durante su utilización se reduce notablemente el porcentaje de usuarios afectados por el SEE, al mismo tiempo que aumenta la función cognitiva de sus ocupantes, es decir su capacidad para pensar y planificar con claridad. Según estudios realizados recientemente las personas que trabajan en este tipo de edificios pueden descansar mejor durante la noche y aumentar con ello su rendimiento laboral durante el día.

 

Edificios sostenibles. ¿Por qué se produce el Síndrome del Edificio Enfermo?

El Síndrome del Edificio Enfermo es de reciente aparición: el hombre moderno pasa alrededor del 80% de su tiempo en espacios cerrados, lo que ha traído consigo un aumento de las enfermedades alérgicas y pulmonares. También ha aumentado la transmisión de enfermedades infecciosas. Con la crisis del petróleo del año 1973, todos los países industrializados desarrollaron normativas para controlar el consumo energético, especialmente el de calefacción y refrigeración. Se aumentó la capacidad aislante de muros y cubiertas y se mejoraron los cierres de puertas y ventanas para evitar perdidas de calor. Aparecieron en definitiva los edificios herméticos, dotados de sistemas mecánicos de ventilación, lo que aceleró la llegada de los problemas de salud mencionados anteriormente. Antiguamente se consideraba que solamente el ser humano con la expulsión de anhídrido carbónico a través de la respiración y del olor corporal, era el causante del deterioro de la calidad del aire. Actualmente se sabe que los componentes orgánicos que se desprenden de muebles, pinturas, barnices, combustibles, detergentes y materiales empleados en la limpieza del hogar, también contribuyen a contaminar el aire interior.

Un grupo importante de elementos contaminantes son los que contienen los materiales de construcción, entre los que destacan el formaldehído de los aglomerantes empleados en revestimientos y carpinterías de madera. También lo es el radón que resulta especialmente peligroso. Se trata de un gas de origen natural que suele aparecer en los sótanos y que está relacionado con la aparición de algunos tipos de cáncer. Lo contienen algunos materiales como el granito, la piedra pómez, y las rocas de fosfatos. Otras sustancias que se deben evitar a la hora de elegir los materiales de construcción, son los compuestos orgánicos volátiles (COV), presentes en algunos tipos de pinturas, alfombras y mobiliario.

 

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